jueves, 21 de enero de 2021

La adversidad

-Agárrense fuerte, les gritó desesperado mientras se vio volcar y dar vueltas intentando estabilizar el auto.

Una voz en su cabeza le decía:  -¡No, por favor!. Esto no puede estar pasando, ¡acá nos matamos!.

Le había sido muy difícil poder mantener estable la dirección del volante, con esa lluvia torrencial, que además, no le permitía ver a quien tenía por delante. Es que apenas él podía distinguir unas luces rojas que se perdían entre su miopía y una luneta por demás empañada, que sumado a una imprudente alta velocidad, para un día tan tormentoso, lo terminó sacando del recorrido un espejo de agua sobre el asfalto, en algún trayecto de la ruta 2, en Buenos Aires, rumbo a Mar del plata.

Él solo pudo girar el volante y apretar el freno para no colisionar. Terminó derrapando de culata a la banquina a gran velocidad. Sintió que fueron segundos eternos, seguido de un extraño silencio atormecedor que se apoderó de la escena.


Para su suerte, no hubo impacto. Y la muerte que lo esperaba, solo lo vio pasar... como cuando se ve pasar a esa persona que enamora de solo verla, y uno siente que ahora no es el momento de conocerse, porque la oportunidad no está presente, y esa historia solo queda en un amor efímero, como una mirada al pasar que se esfuma sabiendo que ese amor, al igual que la muerte, llegará en el momento oportuno. Inmediatamente recordó que desde siempre y por un motivo que no puede descifrar, él tuvo la certeza que esa mujer vestida de negro, lo encontraría en un accidente automovilístico en una autopista. 

-¿Será que la profecía autocumplida había venido a hacerse presente?. ¿Pero Justo acá?, ¿Justo ahora?, se preguntó.

¿Sería posible que aquel vehículo que años más tarde traería vida al mundo, iba a traer hoy la Muerte? 


La vida y la muerte a velocidad constante en un mismo vehículo circulando con un movimiento rectilíneo uniformemente acelerado. ¿Sería una paradoja adversa del espacio-tiempo?.

¿Será que una misma acción puede dar vida y puede dar muerte?.

En ese instante recordó que durante su infancia, su madre le decía, con cizaña y tono amenazador de una madre de poca paciencia

 -“Portate bien porque así como yo te di la vida, puedo darte la muerte si quiero”.


Recordar a su madre le hizo pensar en lo que acababa de acontecer y la quietud mermó con un grito.

-¿Están todos bien?, preguntó con el miedo de saber que quizá podría estar hablándole al vacío, pero con la certeza de saber que podría estar muerto en ese mismo instante y no lo está.


-¿Cómo saber si uno está vivo o está muerto?, se interpeló. Si acaso todos sabemos identificar a esas personas vivas que deambulan con el alma muerta y a su vez también sabemos identificar a esas personas muertas que deambulan vivas dentro de nuestra alma.

¿Quien decreta la muerte? ¿Quien tiene el derecho de decir que está vivo y que está muerto?


Él debería haber muerto aquella tarde en la ruta 2 acompañado de dos mujeres: Una que nunca lo amó y otra a la que todavía él no podía amar. Es que a veces el amor y la muerte deparan una particular adversidad de opuesto signo: Amar a quien no nos ama y ser amado por quien no podemos amar. Sobre la muerte y el amor nadie tiene una respuesta segura.

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