sábado, 25 de diciembre de 2021

Sentirse visto por Dios



Con frecuencia Marcos mira al cielo y siente que Beatriz está presente; casi como un Dios omnipresente que lo acompaña en cada minúsculo acto. Inclusive, es común en él que, en ocasiones, por ejemplo cuando lee un libro, visita un lugar, conoce a alguien, prepara una comida o cualquier acontecimiento fuera de lo habitual de su rutina, piense inmediatamente en que todo aquello a ella la deslumbraría. Y es por eso que quisiera que esté ahí, para que lo vea; para que lo compartan juntos y debatan abriendo una botella de vino y hablen por horas, sobre cómo les atravesó lo qué pasó, lo que vivieron.

Aunque no necesariamente le gustaría de manera exclusiva, que lo compartan juntos, lo que Marcos quiere, es que Beatriz se conmueva, como se conmueve él, por lo que ve y como lo ve.


Marcos piensa que quizá, todo aquello es una estupida forma de mantenerla a Beatriz presente en su vida. Él piensa, también, que tal vez, no querer olvidarla, lo estabiliza de alguna manera, que no puede descifrar; entonces fantasea con hablarle, escribirle y contarle sobre lo que vió y que debiera verlo ella también. Como cuando de chiquito en el parque, Marcos gritaba:

 “Mirá Mamá, mirá lo que descubrí. Mamá mírame, mirá cómo me tiro del tobogán”.

Marcos busca la sensación de sentir que es visto por Beatriz, para que su mirada le de vida, le de aliento y le de el oxígeno que siente que le falta cuando respira agitado. Su realidad pide su presencia y le cuesta construir un concepto de -lo real- sin que ella esté incluida.


La manera de ver el mundo de Beatriz, le mostró a Marcos el cielo y también el infierno; mas nunca él, pudo soltar a Sartre y sigue buscándose en otras miradas. 

Lo hace en vano, porque no se encuentra, y entonces construye un fantasma que lo habita y lo forma, para no olvidarse quien quiere ser. Porque él se encontró cuando ella lo vió. Sin embargo también se perdió cuando ella cerró sus ojos y dejó de verlo. Beatriz está muerta pero vive en él. Por eso, tal vez, todo lo que él hace tiene que ver con ella. Marcos ya no cierra la cortina, y hoy, cada día deja pasar el sol en la mañana, para que la luz, que es Dios, habite su amanecer. Todo lo que hoy él es, fue producto de haber hecho carne una parte de Beatriz.


Aunque Marcos sabe y se da cuenta, que ni siquiera, todo esto, tiene que ver con Beatriz como sujeto, como ser humano, como presencia física, ni siquiera con un rol determinado que le gustaría que ocupe, sino que toda su condición de ser, para él, viene a cubrir su falta, su falla. Marcos endiosó a Beatriz, la convirtió en su Dios y en un testigo omnisciente de su cotidianidad, porque naturalmente, él se cree incompleto en su propia individualidad.

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