Buscaste el amor conocido, el amor de madre, el amor incondicional.
Y encajamos porque dediqué mi vida a hacerte feliz.
Tanto así que relegué mi propia felicidad.
Los dos encasillados en cumplir el mandato impuesto de nuestros progenitores: Felicidad y Hogar. Dos palabras inmensas, que juntas hicieron nacer un amor inimaginable.
Pero obraron las patologías y nos despersonalizamos tanto, que en el camino olvidamos que nos unió.
Lo inmenso se convirtió en descomunal.
Lo inimaginable se convirtió en inmanejable.
Tu búsqueda de la “F” que nunca encontró felicidad y mi búsqueda de la “H” tan muda que siempre eligió callar.
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