sábado, 30 de octubre de 2021

presente absoluto / futuro infinito



Si bien decidí aceptar tener hijos, no fue sino con el paso del tiempo que entendí, que en la relación vincular que me une a ellos, el tiempo y el espacio se funden y se confunden, porque desde el lugar que elijo ocupar, es imposible concebir mi individualidad sin su presencia.

Dejé de ser solo yo, para formar parte de un colectivo familiar, en donde toda decisión, está previamente tamizada por la condición de paternidad.

A tal punto esta condición se arraigó a mi forma de ser que, en ocasiones, cuando estoy solo, sin ellos, se activa una especie de alarma en mi cuerpo. Es como un cosquilleo con transpiración, que emerge, por todos los poros de la piel, al unísono, de pies a cabeza. 

Esta alarma tiene una duración de menos de un segundo, porque inmediatamente un pensamiento intrusivo en mi cabeza se hace presente: 


¿Dónde están mis hijos?


Por un ínfimo instante los creo perdidos, extraviados y los busco a mi alrededor, como si algo automático en mi, me recordara que no debería olvidar su localización y mi distancia de rescate. 


Es una sensación muy parecida, al vértigo que genera, estar en la terraza de un edificio muy alto, en la ciudad, sin protección perimetral, buscando una baranda que me dé estabilidad, apoyo y me sostenga para no caer al abismo.


Toda esta experiencia dura milésimas de segundos, porque inmediatamente me recupero y la razón se hace presente. Ellos están bien, están escolarizándose y todavía no tengo que ir a buscarlos.

 

Los hijos son un presente absoluto, pero a su vez, también, son un futuro infinito.

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