lunes, 16 de agosto de 2021

Días de infancia

 Hasta los 32 años fui miope. Recuerdo que, en ocasiones, mi mamá, antes de ir al colegio, me preparaba milanesas con ensalada de zanahoria. Siempre me gustó ponerle limón, aceite de maíz y sal. Aún hoy, esos son mis condimentos para las ensaladas.

Ella me decía que “me iba a curar de los ojos” comiendo esa verdura. Que así, iba a ver mejor. Yo lo creía y estuve más de 20 años comiendo zanahoria. Nunca mejoré. Sin embargo, disfruto comerla. La realidad es que “me cure” porque, de adulto, tome la decisión, de que una cirujana me operara de la miopía con un láser. Fue una intervención rapidísima y deje de usar lentes en el mismísimo acto posterior a la cirugía. Fue mágicamente inmediato. 


¿De cuántas otras cosas más nos convencieron nuestros padres?.

¿Que otras verdades que hoy repetimos como absolutas, no lo son? 



Hay algo en mi, en querer, en ocasiones, capturar y retrotraer momentos para convertirlos en eternos, o al menos poder tenerlos presentes por un rato. Algo así como cuando capturo una foto con mi cámara y luego la puedo ver cuando quiero, en donde quiero y como quiero. Pero, ¿como se hace para capturar una experiencia, un momento vivido en algún instante de mi vida o un momento donde fui feliz?

Afortunadamente en nuestro cerebro existe la memoria gustativa, por eso es costumbre para mi, que en ocasiones al mediodía cuando salgo a comer, me pido en cualquier restaurante, una milanesa con ensalada de zanahoria, y lo hago aunque ya no use lentes, aunque ya no tenga miopía. La mezcla de esos sabores me remontan a mi niñez, a mamá cocinándome. En ese momento, el acto de almorzar, se convierte en un acto de traer un recuerdo de mis días de infancia. 


Algo similar me sucede en la cena, porque en casa, con mamá, siempre cenábamos muy tarde, en general a las 23hs. Y eso es muy tarde de noche, incluso acá en Buenos Aires, cuya ciudad tiene una bohemia que vive de noche siempre. Una ciudad de noctámbulos vespertinos.

Recuerdo bien la hora de la cena, porque al terminar ya empezaba mi programa de radio favorito “La venganza será terrible”, que siempre empezó a las 00:00hs. Alejandro Dolina formó parte de la totalidad de mis noches de infancia, hasta las 2 de la mañana. En ocasiones yo me quedaba dormido escuchando historias de mitología griega y me despertaba el Sordo Gancé tocando su piano y luego me volvía a dormir. Por alguna razón, en casa, siempre era el último en acostarme y el primero en levantarme.


En el año ‘98 yo tenía 10 años, cuando en una ocasión, mi maestra de 5to grado, propuso como tarea, llevar al colegio un escrito sobre lo que más nos gustaba hacer en casa, no dude ni un segundo, en que mi trabajo iba a tratar sobre el programa de “La venganza..” y esa misma noche lo grabé en mi minicomponente. Recuerdo que también escribí un resumen sobre cuales eran las secciones del programa. Para la entrega del trabajo, llevé mi equipo de música, y nos pusimos todos a escuchar el programa y para mi fue una sorpresa que nadie conociera de que se trataba todo eso. ¿Como nadie conocía lo que a mi me acompañaba hacía años en las noches?.

En ese momento a Dolina lo acompañaban, Gabriel Rolón y Stronati y mis mejores recuerdos del programa, eran de cuando en ocasiones la invitaban a la negra Vernaci a hacer un radiocine de lo que parecían ser siempre cuentos de policiales americanos del estilo de Raymon Chandler o Edgar Alan Poe.


Cuando puse Play, para el asombro de todo el Cenáculo aulico, se escuchó la introducción al programa:


Advertencia: el siguiente programa utiliza lenguaje metafórico y melindres gebelianos, por lo tanto se ruega terminantemente a los froilianes relinchar en otros potreros. Radio Continental no olvida:

La Venganza Será Terrible:

Un ciclo admirado por los insensatos,

Despreciados por los mercaderes,

Y premiado por los que no lo escucharon nunca.

Con Alejandro Dolina, el que no se agacha cuando vienen los indios

Guillermo Stronatti, el que no se levanta cuando ya pasaron

Y Gabriel Rolón, el indio.

Plagios fieles, sabidurías diminutas, ripios serviciales, sobresaltos proféticos y lustrabotismo progresista.

Ya llegan, procedentes de ninguna parte, con sus mentes baldías y su vocabulario en bancarrota, nuestros intérpretes.


Creo que nadie entendió nada y solo causó risas extrañas y asombradas, excepto la maestra. Que se acercó y me abrazo, pues ella también era fiel oyente del programa.

No hay comentarios:

Publicar un comentario