Salgo a edificar las primaveras de sangre y argamasa
y dejo en el hueco de mi ausencia,
este beso sin domicilio conocido.
Pero no me anunciaron la plaza reservada
en el desfile triunfal de la victoria
y el sendero que conduce a mi camino
está nimbado de sombras agoreras.
Si me destinan al oscuro sitial de los cimientos,
guárdalo en el archivo nebuloso del recuerdo;
úsalo en noches de lágrimas y sueños…
Adiós, mi única,
no tiembles ante el hambre de los lobos
ni en el frío estepario de la ausencia;
del lado del corazón te llevo
y juntos seguiremos hasta que la ruta se esfume…
Ernesto Guevara a Aleida March,
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