martes, 24 de marzo de 2020

Brindar


Fueron diez las veces en las que aquella estrella los vio juntos dentro de esa esfera, dar una vuelta a su alrededor a una velocidad de 30km/s.

Ellos jamás percibieron que en esos viajes aquella estrella también se desplazaba a más de 200 km/s, dentro de un conjunto de galaxias que a su vez se dirigían a una inminente y lejana colisión a 600km/s.

Ella jamás encontró un norte dentro de la esfera, cómo si intuyera que el cosmos no lo tiene.

Ella sabia que no había quietud en el cosmos y que nada estaba muerto porque todo estaba en movimiento. Siempre supo que la seguridad dentro de la esfera era solo una falsa percepción desde una mirada geocéntrica.

Él entendió que jamás existirá un futuro, porque fuera de la esfera, no hay norte, el tiempo no es lineal y la velocidad de desplazamiento es más rápida de lo que podría entender.

Ellos no eran conscientes, que desde la quietud de la esfera, aquellos viajes vertiginosos les traían una recompensa al final de cada recorrido:
Una mirada, una copa en alto y un beso que nunca cuestionaba lo que todavía quedaba por venir, más bien siempre intercambiaron miradas sabiendo que lograron atravesar juntos una vuelta más.

Si tan solo él, aquella vez, hubiera sabido que aquel viaje era el último en el que compensaban sus energías, la hubiese mirado y besado de la misma manera.

No hay comentarios:

Publicar un comentario